Autora: Andersson Palacios Martínez. Estudiante de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería, asistente de investigación en Urbes Lab, Grupo de Investigación Multidisciplinario.
Columna publicada originalmente en Noticias Ser
Desde inicios del 2020, el Perú atraviesa una crisis sanitaria que evidenció la precariedad en diversos ámbitos como la salud, trabajo, educación y vivienda. Sin embargo, un ámbito que se ha pasado por alto es el espacio público. A pesar de su importancia, pues permite una recreación segura en tiempo de pandemia, hasta ahora no se adoptan medidas adecuadas para su conservación y uso. Si bien el espacio público favorece a todos los ciudadanos, es importante su relación con la infancia, pues es en estos espacios donde desde niños podemos ejercer nuestro derecho al juego libre y espontáneo, que nos permitan establecer una relación con otros contextos y personas, formando así nuestro sentido de comunidad.
Es común escuchar que los niños y niñas son el futuro de nuestras sociedades, sin embargo esa misma sociedad pasa por alto sus necesidades y derechos fundamentales, uno de los más importantes es su derecho al juego. Actualmente, ¿dónde juegan los niños? ¿existen espacios adecuados para que se desarrollen e interactúen seguros y libres, en este nuevo escenario de pandemia? Según el INEI (2017), la población infantil en Lima representa el 22% de la población, concentrándose en distritos con mayor índice de pobreza y mayor porcentaje de casos de contagios y muertes por el impacto de la Covid- 19 San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, Villa María del Triunfo, Carabayllo y San Juan de Miraflores (SINADEF – MINSA, 2020). No obstante, estos distritos son los que presentan la menor cantidad de espacios públicos aptos para la recreación y gratuitos, teniendo como único soporte recreativo los parques zonales, a los que no todos los vecinos tienen acceso. En los barrios asentados informalmente en las laderas de las periferias, cuya topografía y discontinuidad en la trama urbana ya repercuten en la cantidad y calidad de estos espacios, los niños crecen creando lazos con su entorno y su comunidad a través del juego en espacios residuales. Si bien es cierto que los niños nos enseñan que se puede jugar en los escenarios más hostiles, pues se apropian y transforman su entorno con creatividad, esto no es excusa para que el Estado se desentienda de la construcción de espacios públicos seguros. En estos sectores donde el proceso de urbanización es intensivo y dinámico, es vital garantizar que los niños no sean los perdedores en la lucha por el uso del suelo y la asignación de recursos, más aun siendo estos tan escasos.
Por otro lado, esta carencia no es exclusiva de los barrios informales, es un problema transversal en la ciudad. Se observa que existen espacios públicos no adecuados para el uso recreativo de los niños, ya sea por su mal diseño, falta de mantenimiento, su cooptación por actividades delictivas o la sobreprotección y/o privatización por los vecinos o la municipalidad aduciendo que se debe cuidar las áreas verdes, impidiendo que se usen estos espacios para el juego libre. Por ejemplo, en el Centro Histórico de Lima, a pesar de ser el corazón de la ciudad, las familias viven en condiciones precarias y los niños y niñas empiezan su desarrollo al interior de quintas y casonas al borde del colapso. Espacios donde se romantiza la idea de legado histórico, sobre la protección de la vida. Si bien es cierto, existen algunas iniciativas de la Municipalidad Metropolitana de Lima que pretenden informar a los niños sobre el valor patrimonial del lugar que habitan, para desarrollar el sentido de pertenencia e identidad, esta información puede pasar a un segundo plano sino se hace mucho por mejorar las condiciones de habitabilidad de estos lugares. Se ignora que esos lazos con nuestra historia se construyen desde la niñez.
La Municipalidad Metropolitana de Lima impulsa iniciativas como los consejos de niñas, niños y adolescentes, donde se les da voz a niños y niñas representantes de los distritos de Lima; sin embargo ¿cuántas de las propuestas presentadas por los niñas y niños se han materializado, o han formado parte de una iniciativa de cambio o planes estratégicos?. La infancia es la etapa del desarrollo humano donde se cimientan las bases del bienestar físico y emocional, por esta razón, invertir en el desarrollo de los niños y niñas es pensar en las futuras generaciones. En este sentido, las políticas públicas deberían estar enfocadas en el desarrollo integral de las niñas y niños en dos ejes: primero, establecer programas multisectoriales que contemplen las tareas de cuidado asociados los niños, considerando a sus cuidadores y necesidades, así como protegerlos de la violencia o explotación, asegurando que puedan vivir y disfrutar de su infancia. Segundo, la construcción de espacios públicos de calidad, accesibles, gratuitos y seguros, pues los pocos espacios de recreación de calidad se encuentran concentrados en distritos centrales, por lo cual se limita la frecuencia de uso. También, otros no favorecen el encuentro con la naturaleza, no cuentan con el mantenimiento adecuado y son espacios con equipamientos lúdicos muy limitados; por lo tanto, limitan el juego libre y espontáneo en la infancia. Por ello la importancia de tener políticas públicas que impliquen a los niños y niñas, ya que son ellos la base sobre la que se construye una sociedad más justa.
Referencia bibiliográfica
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). (2017). Perú: Encuesta
Demográfica y de Salud Familiar 2017. Informe principal. Lima
Sistema de Defunciones SINADEF – MINSA. (2020). Sala situacional COVID-19.
Perú diciembre 2020.Lima Metropolitana. Perú
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